Dic 04, 2020
La construcción del Palacio de Bellas Artes fue encargada al arquitecto Italiano Adamo Boari, por el presidente Porfirio Diaz, como parte del programa de embellecimiento a la ciudad, durante la celebración del centenario de la Independencia, a inicios del siglo XX, poco antes de la Revolución Mexicana.
La edificación y levantamiento del Palacio de Bellas Artes tuvo varias etapas e interrupciones, algunos de los factores que retrasaron la obra fueron la crisis política tras la revolución, la falta de presupuesto para una construcción de tan alto impacto y también el hundimiento del terreno, entre otros elementos a sortear, pero finalmente se reanudaron las obras a cargo de Federico Mariscal, y pudo ser inaugurado en el año de 1934.
¿Cómo nació Bellas Artes?
La primera etapa de su construcción entre 1904 y 1912 siguió un lineamiento inspirado en el Art Noveau, el cual era el movimiento estético en auge por esa época. El Palacio de Bellas Artes integra diferentes materiales, líneas y figuras en su estructura. Se usó concreto y acero, lo que no era usual, y la estructura fue revestida de mármol de Carrara (Italia) obra que fue otorgada a los artistas Leonardo Bistolfi, Gianetti Fiorenzo y André Allar. Por otra parte, las esculturas de bronce que decoran la cúpula fueron encargadas al artista húngaro, Géza Maróti.
Tras la suspensión de la obra y, luego de ser retomada por Mariscal, el diseño del interior del Palacio de Bellas Artes cambió de estilo y se inclinó hacia el Art Deco, lo cual influyó, también en la variación de materiales a usar, pues se incluyeron el Ónix y el mármol mexicano. Podemos llegar a pensar que el palacio es testigo y participe de los cambios que se dieron en la nación por ese entonces, donde la transición política y cultural se ven reflejadas en los cambios con los que se forja este edificio, cuyo valor histórico, artístico y patrimonial es incalculable.
Aunque en un inicio fue pensado para ser la nueva sede del Teatro Nacional, las mutaciones en todo el proceso y la multifuncionalidad que le fue otorgada, lo convirtieron en el Palacio de Bellas Artes; sus paredes abrazan obras murales, dos museos, librerías, un teatro, un restaurante, salas de conferencias, oficinas y un estacionamiento. A sus alrededores encontramos esculturas de diferentes artistas embelleciendo el espacio, además, limita con la Alameda Central y está a escasos metros de otra de las edificaciones que más ensalza esta área de la ciudad, pues la arquitectura del Palacio de Correos no se queda atrás en cuanto a la integración de movimientos artísticos en su construcción y decoración, además, su obra estuvo a cargo, también del arquitecto Adamo Boari.
Todos, quienes hacemos parte de la Ciudad de México, reconocemos este recinto como un emblema de la ciudad y de la nación, pues lo excepcional de su naturaleza le otorgó el Título de Monumento Artístico de la Nación por el gobierno mexicano en 1987. Es un lugar que exalta el arte y, en el que, confluyen todas las disciplinas; es, sin lugar a dudas, un lugar único en su género.
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