Excursión en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe
La odisea no termina en el Museo de la Ciudad de Irapuato ni en la Fuente de Aguas Danzarinas ya que ahora nos dirigimos a uno de los templos que están comprendidos dentro del centro histórico, este santuario es el de más reciente construcción.
Muerto a principios de 1800 el capitán don José de Abella fuerte, su viuda, doña Juana de Arroyo, sin hijos y con una gran devoción en favor del culto divino, administró y acrecentó los bienes de su marido: la hacienda de San Antonio de Tomelópez, el rancho de San Antonio Huitzimitiro y las tierras de las zahúrdas. Todo esto con el propósito de que se fabricara, como ella lo expresó en su testamento: "en los días que digan sus albaceas... un templo a Nuestra Señora de Guadalupe. Se hagan funciones anuales y los días doce de cada mes". Por ella se realizaron grandes aportaciones económicas a iglesias e instituciones religiosas.
Obra que responde a la última época del período neoclásico de la arquitectura en México, contiene fuertes contrastes, pues a su innegable calidad interior se contrapone la limitación artística de sus portadas.
Su planta es de cruz latina y su bóveda es de crucería, soportada por un sistema de arcos y semicolumnas adosado a los muros, conjunto que proporciona sobriedad y elegancia al interior, al igual que su rica cornisa. Notable solución, calidad de diseño, y solemnidad, le son conferidos por la elevación de los cuatro arcos formeros que se abren en el cruce de la nave longitudinal con la transversal de los cruceros, rematado por agradables pechinas que soportan el anillo de la cúpula.
Pero sobre todo resalta la magnífica fábrica de sus retablos neoclásicos, entre los cuales el central, dedicado a Nuestra Señora de Guadalupe, es un ejemplo de calidad y buen gusto, elaborado con elementos que le daban soporte a su estilo, tales como:
columnas de órdenes griegos compuestos, baldaquino de formas italianas barrocas, nichos y arquitrabes clasicistas, y la profusión de un dorado que, aunque no es de su época original, con aproximadamente treinta y cinco años de vida, representa uno de los más cálidos interiores entre los templos locales.
Conforma su armonioso volumen exterior la magnífica balaustrada de cantera y fierro vaciado que limita su atrio, atrio mutilado con la ampliación de la antigua calle de Berriozábal en su frente original para formar la actual Avenida Revolución, en el año 1964. Una excursión en Irapuato que no te puedes perder.